viernes, 6 de junio de 2014

Yocasta en Bucarest


"Madre e hijo" ("Pozitia Copilului", Calin Peter Netzer, 2013)

La película rusa “Elena” (2011), de Andrei Zviagyntsev, tenía por protagonista a una madre capaz de llegar hasta el asesinato para salvaguardar el futuro económico de su hijo y la familia de este, en el escenario de la disfuncional Rusia capitalista de la era Putin. También una madre similarmente resuelta a proteger a su hijo a toda costa en el ámbito de otro país del antiguo bloque soviético, la Rumanía post-Ceaucescu, es la protagonista de "Madre e hijo", sobre un guión original del escritor Razvan Radulescu y del propio director Calin Peter Netzer.
 
Radulescu es una suerte de Cesare Zavattini de este nuevo cine rumano de corte realista que brilla con luz propia desde hace algo más de diez años, abarcando su carrera como libretista películas tan importantes como "La muerte del señor Lazarescu" (2005) de Cristi Puiu, "4 meses, 3 semanas, 2 días" (2007) de Cristian Mungiu, o "Martes, después de Navidad" (2010) de Radu Muntean. Películas que combinan la exposición de realidades muy concretas pasadas o presentes de su país, con un cuidado retrato psicológico de los personajes.
 
En “Madre e hijo”, los autores escogen a una familia de la clase alta rumana, cuyo único hijo atropella y mata a un niño de familia pobre en circunstancias irresponsables, para recorrer una serie de prácticas de una sociedad tejida a base de pequeñas corrupciones que actúan como punta del iceberg. Quedando entrelazada dicha trama con el complejísimo retrato psicológico de la madre citada al principio, aquejada de un feroz complejo de Yocasta.
 
Cornelia, esta madre que borda la inconmensurable Luminita Gheorghiu, es el vértice en el que confluyen estas dos vertientes, la social y la psicológica, convirtiéndose en el motor de la narración. Absorbente, obsesiva, vulnerable y enérgica, los distintos registros y encuentros (marido, amigos, policía, perito, testigo del accidente, nuera, hijo, padres del niño atropellado) de Cornelia marcan el tempo del relato, hasta el punto de que su determinación y entrega a la causa del hijo pueden llevar al espectador a sentir una mezcla de rechazo y complicidad ante la dudosa ética de sus actuaciones.
 
La película se estructura alrededor de largas secuencias profusamente dialogadas, con una cámara en perpetuo fluir (con algunos movimientos y zooms no exentos de gratuidad), en un estilo documental, hiperrealista, que sirve a los autores en su intención de evitar una mirada simplificadora o maniquea, una intención en la que la cruda exposición de prácticas reprobables y de una mala educación familiar, no se traduce en un juicio sumario sobre sus personajes.
 
En esas coordenadas, el último gesto del hijo, que contemplamos como su madre a través del retrovisor del coche, siendo invitados a compartir la benevolente y quizá distorsionada mirada de aquella, refuerza la ambigüedad hiriente de la conclusión.
 
Javier Valverde

 

1 comentario:

  1. Hola, Javier: una crítica memorable, Javier, que, además, me ha servido para aprender algo: reparar en la figura de Radulesco como constante en ese nuevo cine rumano. Muy oportuna e iluminadora, también, la comparación con Zavattini.

    un abrazo,

    jordi

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