martes, 3 de junio de 2014

Viva la libertad (Viva la libertà) de Roberto Andò


Un director de cine le dice al político deprimido (Toni Servillo) que la política es parecida al cine: en ambos tiene que haber engaño y genio. Roberto Andò tiene mucho que decir en esta sátira política pero no logra llegar a las dosis de engaño y genio necesarios como para crear una obra cinematográfica redonda. Viva la libertad logra interesar por lo que cuenta pero no por cómo lo cuenta. La idea de partida no es mala y lo que quiere transmitir va muy acorde con estos tiempos que corren.

El juego de los hermanos gemelos (un juego tremendamente cinematográfico que ha dado casi un subgénero) sirve esta vez para presentar a un político italiano de la oposición desencantado y con depresión, viviendo uno de los momentos más bajos dentro de su partido, y a su hermano, un profesor filósofo con problemas de salud mental (es bipolar y apenas acaba de salir de un psiquiátrico). El juego empieza cuando el político abandona todo sin dar noticia de su paradero y su atribulado, y también desencantado, asesor (Valerio Mastandrea) trata de tapar esta ausencia sustituyéndolo por su hermano gemelo.

A partir de este momento, Viva la libertad es una película de vidas paralelas, pero ninguna logra volar, los ritmos son diferentes, no atrapan por igual y su resolución final –queriendo ser ambigua–, es fallida, fría y sin emoción alguna. Lo peor de Viva la libertad es que no te la crees. El genio y el engaño han desaparecido. Solo quedan destellos: alguna escena brillante en su resolución, algún personaje atractivo o algún diálogo reseñable. Ni el carisma de Toni Servillo salva la película (pese a que sólo por él –y algún otro secundario como Valerio Mastandrea o Valeria Bruni Tedeschi– merece la pena acercarse a verla o por lo menos así ha sido para servidora).

El espectador puede sentir que Viva la libertad es una película política que trata de decir algo. Roberto Andò (escritor, guionista y director) refleja su descontento con los tiempos oscuros. La crisis económica y social arrastra un desencanto político. Las personas, el electorado ya no cree, pero ni los propios partidos creen en su papel. Todo está dominado por el miedo y la conformidad. Así Andò pone al político deprimido en busca de sus orígenes para volver a dar un sentido a su vida: retorna a un amor del pasado y recupera su pasión por el cine; y al profesor filósofo bipolar le sitúa en la trama para que haga recuperar fuerzas a su propio partido y a su electorado con dosis de locura, autocrítica y sobre todo pasión.

Lo malo es que Andò se dejó demasiadas cosas en el camino (la pasión, la locura, el engaño y el genio...) y no da con el tono adecuado para contar su historia. Así finalmente los espectadores nos quedamos tristes y sin emoción en la butaca de la sala de cine.

Isabel Sánchez

1 comentario:

  1. Buena crítica, Isabel, pero ya sabes que no me suelen gustar este tipo de frases en una crítica:

    a) "Así finalmente los espectadores nos quedamos tristes y sin emoción en la butaca de la sala de cine" (porque extiendes el descontento a través del uso del plural y quizá no todo el mundo recibió la película en la sala igual que tú)

    b) "o por lo menos así ha sido para servidora" (me parece un acceso de campechanía que, de repente, altera el tono general de la crítica).

    abrazos,

    jordi

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