jueves, 27 de marzo de 2014

MONUMENTS MEN




Pocos meses antes de que la Segunda Guerra Mundial llegara a su fin, surgió una preocupación  aún por resolver: la conservación del patrimonio artístico europeo, destruido, perdido o acaparado por los nazis en los territorios ocupados. Miles de obras artísticas  habían sido sustraídas de las colecciones privadas de  las familias judías que tuvieron que huir, con el fin de crear un  gran museo en honor de Hitler que nunca llegó a ser construido.

George Clooney, en su quinto largometraje como director, quiere recordar y homenajear a los Monuments Men, una brigada formada  por  expertos en arte que procedían tanto de Estados Unidos como de otros países aliados, cuya misión consistía  en  localizar las obras robadas para que fueran devueltas a sus propietarios. No fue una tarea fácil –algunos dieron su vida-  y puede además decirse que es todavía, a día de hoy, una tarea inconclusa, debido a que más de dos mil obras siguen sin estar en manos de sus legítimos dueños.


Si bien el tono de la película resulta poco arriesgado, a partir de lo que  narra se  nos puede presentar un interrogante: ¿realmente vale más una obra de arte que la vida de una persona? Clooney parece resolverlo cuando uno de los integrantes del grupo muere al intentar impedir que los nazis se lleven La Virgen de Brujas de Miguel Ángel de una iglesia. Incluso podría interpretarse que se insinúa algo más.  La muerte de Hugh Bonneville (actor británico que quizá algunos recuerden por la  popular serie  dramática Downton Abbey) llega a cobrar sentido; a través de una carta, descubrimos que el  propio  personaje la justifica como un acto heroico y redentor, capaz de limpiar su trayectoria decadente, manchada por el alcoholismo.


Este detalle, y otros, como el empleo de la música con fines melodramáticos, o el hecho de que las parejas  en las que se distribuye la brigada  no lleguen a funcionar  -a pesar de los actores que las conforman-, hacen que el espectador se sienta defraudado o meramente apático ante la propuesta, a pesar de las buenas intenciones.

Pero aún hay más. Hasta ahora la película de referencia para el asunto tratado había sido El tren (1964), de John Frankenheimer. En ella se nos contaba el duelo sostenido entre Burt Lancaster, Labiche -el pertinaz ferroviario francés que resiste-, y Paul Scofield, el obsesivo coronel von Waldheim, quien pretendía a toda costa sacar un tren cargado con obras de “arte degenerado” de Francia para llevarlas hasta Alemania, donde serían suyas. La pregunta antes aludida ya estaba: ¿merece la pena que tanta gente dé su vida por unos cuadros? Se respondía al final, junto a los cadáveres de los inocentes que el coronel había hecho situar en la cabecera del tren. El cínico von Waldheim  la planteaba para desesperar a  Labiche, viéndose ya  vencido, y venía a decirle que todo su denodado esfuerzo había sido inútil, porque el arte siempre iba a estar en manos de gente como él, perteneciente a la élite, y no en manos del pueblo, pese a que fueran ellos quienes habían  dado su vida por defenderlo.

Existen otros puntos que conectan y contrastan ambas películas. Se parte del mismo museo, el Jeu de Paume, lugar donde trabajaba la conservadora clave para salvar el patrimonio (Cate Blanchett en Monuments Men y Suzanne Flon en El tren). El filme de Clooney adapta una novela histórica bien documentada de Robert M. Edsel, por lo que hemos de suponer que lo que muestra es más o menos cercano a lo que sucedió; por su parte, El tren nace de un guion original (de Franklin Coen y Frank Davis) que fue nominado a los Oscar de 1965. No obstante, la ficción alejada de los hechos históricos  resulta más atrayente y poderosa. Clooney no consigue que sus personajes salgan de la mera corrección; él mismo interpreta a un George Stout repetitivo, impoluto y aparentemente idealizado para no estorbar, seguramente, su propósito inicial: realizar un homenaje patriótico, que no  llega a tener la sustancia  necesaria. En cambio, Labiche es inolvidable. Lleno de grasa y hollín.




Estela Salazar

3 comentarios:

  1. Siendo como dices, Estela, menos acorde con la realidad histórica o con hechos históricos EL TREN, como a ti, me parece una película mucho más auténtica, creíble y emocionante que MONUMENTS MEN.
    La película de Clooney me pareció deslavazada, mal contada y con personajes y relaciones mal construidas, con cero emoción... ¡Dios mío la historia entre los personajes de Dammon y Blanchet me resultó ridícula y fuera de lugar!

    Una pena porque el tema me resultaba precioso, interesante y poco explorado. Un blogger me dijo que él sí se había leido el libro en el que se basa Monuments men y que es una pasada (pero no había visto la película y no sabía si la película respetaba o no las premisas o el espíritu del libro).

    Beso
    Isabel

    ResponderEliminar
  2. Isabel:

    La verdad es que me he arrepentido un poco de intentar evaluar las relaciones entre historia y ficción en mi crítica, porque confieso que no me he leído la novela de Edsel y además parece que el guion de El tren está basado en las memorias de la conservadora del museo, que tampoco me he leído para compararlo con El tren... Así que tampoco es original del todo... En fin.
    Estoy de acuerdo contigo en lo que indicas acerca del tema ( fíjate que pensábamos lo mismo también sobre Las maestras de la República): temas muy interesantes que luego no tienen un tratamiento en el cine a la altura de lo que se merecen, a mi modo de ver.
    En cuanto a lo de Dammon y Blanchet, además de fuera de lugar, me pareció que la apuesta de Clooney era demasiado correcta hasta en eso; con correcta me refiero no a su confección, sino a su corrección moral, porque tampoco habría sido nada tan extraño que un militar hubiera tenido una pequeña aventura en París, salvo que no se quiera "manchar" su reputación. A mí me pareció más cruel que la dejase compuesta y sin novio a la pobre.
    Contrasta eso con la relación insinuada entre la viuda que regenta la pensión en El tren, Jeanne Moreau, y Burt Lancaster. Eso no podía estar en las memorias de la bibliotecaria, eso es ficción, y es mucho más interesante y sugerente.
    Besos y gracias,

    Estela

    ResponderEliminar
  3. Tu crítica me parece clara e impecable, Estela. Sólo apunto una cosa de la que tampoco estoy seguro al cien por cien: creo que la base literaria de la película de Clooney no es una novela, sino un libro de no ficción (es decir, una etiqueta tan general que puede abarcar del ensayo al libro de divulgación histórica). Pero que conste que hablo de memoria y no estoy totalmente seguro de lo que te indico.

    un abrazo,

    jordi

    ResponderEliminar