lunes, 10 de febrero de 2014

La historia de mi muerte, con Albert Serra





Un banquete a la luz de las velas, al aire libre, sin apenas comensales. Dos amantes parecen haberse quedado dormidos en un abrazo, o simplemente están allí, a la mesa. Con esas velas, con esos restos reincidentes en toda la historia, tras una larga secuencia de quietud y sonidos del ambiente, descubrimos que llevamos 15 minutos en “Historia de la meva mort”. Hay películas de difícil categorización por encontrarse muy poco marcadas las fronteras entre lo cinematográfico y el videoarte. La producción de Albert Serra proyectada en museos o centros de arte, así como en festivales de cine experimental, sitúan a este director en esa línea ambigua desde la que poder aproximarse. Esta es la razón de las muchas posiciones desde las que poder acercarse a la propuesta cinematográfica de Albert Serra. Quizá lo más significativo sea que para hablar de su obra , debamos considerarla como un dispositivo artístico, que requiera para su “análisis” de un referente que nos explique o descubra sus entramados.
Tras año y medio dedicado al montaje, Serra expone que el resultado final adquirió forma en ese proceso, pudiendo haberse resuelto de muchas maneras posibles. Esto recuerda al montaje final que realiza Terrence Malick en sus películas, siendo ahí dónde acaba configurando la propia trama de la historia (como sucede en su último largometraje, To the wonder). Y Serra, en Historia de la meva mort, decide contar una historia que simbolice ese paso del Siglo de las Luces al Romanticismo. Y para ello seguirá trabajando  entorno a la dilatación del tiempo, con mecanismos más narrativos que en anteriores largometrajes, pero sin renunciar a aquellos elementos que forman ya parte de su estilo personal. Si en Honor de cavalleria empleaba largos planos que nos introducían en bloques temporales  para hacernos participar como espectadores de la dimensión más contemplativa de la historia, y en El cant dels ocells se centra más en el carácter paisajístico de las imágenes, en Historia de la meva mort conjuga los largos planos estáticos (muy presentes en las correspondencias fílmicas de este director), pero con ese carácter pictórico en las escenas que trascurren en el campo, que recuerdan a las experiencias estéticas que proponen directores como Sokurov. Este recorrido simbólico de la luz a las tinieblas, es un paso que Serra da tanto en lo formal, pasando de las escenas en el interior de un castillo (primera vez que graba en espacios cerrados), a las escenas que poco a poco introducen en un mundo de sombras, de oscuridad que asoma constante en esa segunda parte del film y que tiene su punto mas álgido en la matanza tan ritualizada.
Desde el terreno del mito, y como ya sucedía en trabajos anteriores, Serra va a contar la historia de personajes que están en el imaginario colectivo: Casanova y Drácula. Ambos como representantes de sus momentos históricos, con las connotaciones que el director ha querido reflejar con cada uno. Sumergiéndose en los tiempos muertos de las historias de estos dos personajes, como hizo con los Tres Reyes Magos y Don Quijote y Sancho Panza, desde una postura que parece más voyerista: estamos ante un día cualquiera en la vida de estos personajes, en sus rutinas, cargadas de todo aquello que les hacen ser quienes son. Casanova es un viejo que disfruta con cualquier placer que su físico le proporciona, mientras que Drácula es ese ser siniestro, que parece gozar de mayor empatía en sus relaciones con las mujeres. Dos personajes que comparten la noche y el deseo como rasgos de su ser, y que sirven de puente y unión entre las dos grandes épocas a las que nos acerca. Pero, ¿son esas las sensaciones que trasmite cada una de las partes tan diferenciadas de la película? ¿por qué la belleza de unas imágenes tan pictóricamente encuadradas y esos sonidos del viento y el fuego no consiguen desprenderse de la mediocridad que a menudo hay en lo cotidiano, o en lo siniestro?

Si el cine de Albert Serra se basa en una cámara como mediadora de registro de las imágenes que le cuenten la historia que quiere montar, en Historia de la meva mort, hay menos de azar en todo ese proceso que en anteriores trabajos: diálogos más trabajados, personajes más caracterizados desde una óptica, quizá, demasiado personal. Y el resultado es que la cámara retrata desde una perspectiva muy subjetiva. Hay frivolidad en la concepción del amor, en unos personajes femeninos (primera vez retratados en sus películas), que parecen carecer de fortaleza siendo solo consortes o marionetas de sus destinos, y en considerar a Casanova un símbolo de la libertad y a Drácula la vuelta al conservadurismo. Quizá la intención de Serra no es la consecución obtenida en Historia de la meva mort, pero, ¿quién soy yo para saber qué quería conseguir decirme Albert Serra?


Cristina Aparicio

3 comentarios:

  1. Querida Cristina: Albert Serra me da mucho miiiedddoooo y lo confieso, unas gotas muy grandes y largas de pereza (y eso está muy feo). No he visto nada de su obra cinematográfica y de momento no me atrevo.

    Pero sí me atrevo a leer tu análisis y crítica. Reconozco que en un principio esta película me llamó la atención por la unión de dos personajes como Casanova y Drácula (y me encanta tu párrafo final y la explicación de lo que representa cada uno). Y reconozco que leyéndote encuentras claves y motivos para acercarte a ver la película...

    No sé si venceré el miedo y la pereza... tú, con tus líneas me has hecho avanzar en el camino a la sala o a un futuro visionado en el dvd...

    Besos
    Isabel

    ResponderEliminar
  2. Enhorabuena Cristina, sabemos que te ha costado mucho escribir esto, pero ha valido la pena la espera, muchas gracias por tu crítica. Es efectivamente un acercamiento estupendo a un director que no conozco y al que como dice Isabel, este puede ser el principio de un futuro visionado...
    Abrazos,
    Pilar

    ResponderEliminar
  3. Me uno a la celebración de tus compañeras, porque has hecho un trabajo muy serio, Cristina. De verdad. Tan serio que, si fuera tu editor, sacaría con rotundidad el boli rojo para eliminar la última frase de tu crítica porque no tiene razón de ser: ¿Que quién eres tú? Pues la crítica que ha diseccionado con brillantez una película problemática tanto en su "dispositivo" como en su sentido. Me ha gustado volver a ver la película a través de tus ojos y, así, caer en la cuenta de que aquí aparecen por primera vez el rodaje en interiores y los personajes femeninos (si obviamos, claro, a la Virgen María de "El cant dels ocells"). Sé que tenías problemas con la película y los has expuesto e integrado en tu crítica con elegancia y sin crispaciones.
    Muy buen trabajo.

    un abrazo,

    jordi

    ResponderEliminar